Cuando aprendí las historias completas de inmigración de mis padres

No fue hasta mi último año en la Universidad que comencé a escuchar historias increíbles de algunos miembros de la familia acerca de sus experiencias de inmigración. Aunque siempre he sabido que mis padres llegaron a los Estados Unidos ilegalmente, no fue hasta mitad de mi último año de Universidad que finalmente conseguí la historia completa de su migración de el Salvador. A lo largo de 22 años de mi vida, yo sólo había oído que mis padres trataron de cruzar la frontera por tierra sin éxito, finalmente logrando entrar en los Estados Unidos por vía aérea con visas.

 

Aunque yo había preguntado varias veces por la historia completa de sus experiencias, las respuestas de mis padres nunca fueron tan descriptivas. Mi padre siempre me dijo que el tío de su abuelo había estado trabajando como abogado en San Salvador y fue capaz de conseguirle una visa para venir a los Estados Unidos. La historia de mi madre fue que ella obtuvo un visado de una de sus tías y pudo venir a los Estados Unidos bajo el disfraz de un vacacionista. Sin embargo, eso es siempre donde sus historias comenzaron y terminaron, y nunca recontaron sus intentos fallidos de cruzar la frontera por tierra.

 

Mientras estaba de vacaciones en el Salvador en mi último año, esas historias surgieron como las historias más secretas en mi familia: a través de una discusión en una gran reunión familiar. No me habían mentido cuando me dijeron que tenían parientes que ayudaron a obtener visas para venir a los Estados Unidos, pero a propósito dejaron de lado sus intentos fallidos iniciales y severos.

 

A su llegada a los Estados Unidos, mis padres descubrieron que su lucha por convertirse en parte de Estados Unidos no terminó una vez que llegaron a los Estados Unidos. La sociedad norteamericana dentro de los Estados Unidos no tenía fronteras explícitas que pudieran simplemente cruzar. A pesar de que residían físicamente en los Estados Unidos, no vivían en el mismo espacio que los estadounidenses “legales”. Se vieron obligados a comportarse como ciudadanos de segunda clase, viviendo cada día con temor a ser encarcelados o deportados. Tan pronto como me dijeron lo que les había sucedido, sentí una oleada de emociones: enojo, tristeza, un deseo de venganza, y muchos más. Me dolió oír cómo sufrieron mis padres. Me imagino que esto es lo que muchos niños experimentan mientras aprenden acerca de cómo sus padres fueron tratados simplemente porque deseaban una vida mejor. 

La foto de arriba es de mi familia y yo al final de mi último año en la Universidad.

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